jueves, 8 de agosto de 2013

párrafo de Ortodoxia. G.K. Chesterton.

"Cenicienta recibió un coche traído del País de las Maravillas y un cochero traído de ninguna parte, pero también recibió orden de volverse a las doce. Tenía un zapato de cristal; y no puede ser una coincidencia que el vidrio sea una sustancia tan común entre la gente científica. Esta princesa vive en un palacio de cristal; aquella sobre una colina de cristal; ésta vé todas las cosas en un espejo; todas pueden vivir en casas de vidrio mientras no tiren piedras. Porque este cristal delgado y reluciente, en todas partes es símbolo de un hecho: que la felicidad es reluciente pero frágil, como la sustancia que más fácilmente destruye una mucama o un gato. Y este sentimiento de los cuentos de hadas, arraigó en mí y llegó a ser también mi sentimiento hacia todo el mundo. Sentí y siento que en sí la vida es tan brillante como un brillante y tan frágil como un vidrio de ventana; y cuando se enfrentó a los cielos con el cristal terrible, recuerdo que me estremecí. Tenía miedo de que Dios dejara de sostener al mundo y el mundo cayera estruendosamente. Recuérdese no obstante, que ser rompible, no es lo mismo que ser perecedero. Golpee un vidrio y no durará un instante; no lo 'golpee y durará cien años. Tal parece haber sido la alegría del hombre en el cielo y en la tierra; la felicidad dependía de abstenerse de hacer algo que en cualquier momento podría hacerse y que con frecuencia no era evidente la razón por la cual no debía ser hecho. Aquí el punto es que a mí eso no me parece injusto. Si el tercer hijo del molinero dijera al hada: "Explícame por qué en elpalacio de las hadas no me puedo parar sobre la cabeza"; la otra, sinceramente pudo responder: "Bien; si en eso estamos, explícame el porqué del palacio de las hadas." Si Cenicienta dice: "¿Por qué tengo quedejar el baile a las doce?". Su madrina podría contestarle: "¿Por qué es que puedes estar allí hasta las doce?" Si en mi testamento le dejo a un hombre diez elefantes que hablan y cien caballos alados, no puede quejarse, porque las condiciones compensan la ligera excentricidad del regalo. A caballo alado no se le miran los dientes. Y me parece que la existencia, en sí, era una regalo excéntrico como ese y que no podía quejarme de no entender las limitaciones de mi visión, cuando no entendía la visión que limitaban. El marco, no era más extraño que la pintura. La condición muy bien podría ser tan desorbitada como la visión; podría ser tan asombrosa como el sol, tan escurridiza como el agua, tan fantástica y terrible como los árboles gigantescos."

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