viernes, 30 de mayo de 2014

Un ancla.


Acabo de leer tus pedazos, tus ideas.
Las guardé, no quiero leerlas como base a un argumento.




Creo haber sentido, escrito tus palabras, alguna vez fueron mías. 



Intento saber cuándo, y cómo me alejé de esos pensamientos.

Éso. Éso De pensar en amar, en propósitos, en acompañar, resolver, liberar, responder. 

  “…la vida es un árbol que no tiene respuestas…”


Me quedo con la imagen de ayer, de un naufragio y un alma destimonada:

 Yo queriendo ser deriva y vos queriendo ser un ancla con fuerzas para anclar. 



"No tengo respuestas para darte que no existan."



Quizás  nuestro amor no será idioma, no será continuum, ni crónico.
O no sea conjugable de ningún modo, con ningún modo.
Pero no deja de ser amor ni deja de ser histórico ni cierto.
Aprenderemos a amarnos sin las manos, sin los ojos sin el alma. En silencio en un cuento en recuerdos
Aprenderemos a amarnos en otra palabra, con otra palabra en otro lado, sin barcos y sin ser ni llegada.   

miércoles, 5 de marzo de 2014

Pío pío

Mi abuela es un gorrión.
Como el tío de Juan, Juan.
Es de esos que cantan pío pío
En las más raras circunstancias.

Mi abuela pió un poema
En el que estoy yo y me gusta vivir,
quedarme ahí,
para espejarnos la mirada.

Ella debe ser un gorrión dorado,
De los que no hay mucho por ahí.

Debía ser gorrión porque al tío Albino, no le gustaba que papá mate pajaritos.
Y con razón porque el tío, que es mi abuelo, amaba a la abuela porque era gorrión
O porque le gustaba cantar y no sabía y tal vez, él, movía el pico como si fuese él sin serlo
Y ella piaba para él, para quererlo.

La abuela es ése gorrión que se puso en el hombro del italiano Atilio, cuando era chiquito.
Ese que después fue poeta y que después es actor.  El que aprendió a contar cuentos
Y a piar poesías de amor, de la muerte, contra la muerte, contra la guerra, el olvido
Y para hacerle una casita al nieto.

La abuela es un gorrión
Como el tío de Jorge, Jorge.
Es de los que aprendió a cantar...
En las más duras circunstancias.


Dos según Dos.

Parecía que las palabras se volcaban de mi boca y prendí la luz.
Llegué al cuaderno, a la tinta y desaparecieron como fantasmas.

Recuerdo partes del destrozo, sonaba algo así como:
El que no se anima a querer de cerca ni de verdad.
Ella que si lo tocan le duele aunque sea de piedra.

O alguien queriendo más que al atardecer
Queriendo más que la respiración del mar y
Queriendo más que queriendo querer.

Pero el miedo se comió esta poesía
Me devoró a mí y me hizo sangre en la arena.

En la arena de algún reloj sin voz y sin tiempo.

De algún sueño que se quedo sin yo y sin cuerpo.